1 jun 2011

Luz

Abandonada se creía. Y cuando se dio cuenta de que en realidad se había desinflado, ya era tarde. Ahora lo notaba pero no había sido consciente de todo lo que el destino podía arrastrar consigo. Siempre y sin excepciones. Y en algunos momentos, levantaba la cabeza y se imaginaba la velocidad a la que sus emociones podían caerle encima y se sentía mareada. Cerraba los ojos deprisa y apretaba fuerte sus párpados, como si la oscuridad doliera. Después de aprender todo lo que había aprendido, después de todo lo que la había costado,ya no había vuelta a atrás. Y aunque su cuerpo la pedía desintegrarse y perderse sin más, no podía. Y abría de nuevo los ojos y sus pupilas se encogían cuando la luz hábil apuntaba derecha a su corazón. La herida aún seguía ahí. Y sangraba sangre oscura. Como sus intenciones. Pero la daba totalmente igual. De hecho, su alma había llegado a un punto de tal equilibrio que ni siquiera se sobresaltaba cuando él se acercaba. Raro por naturaleza, extraño. Pegados. Unidos. Por almas, por sangre. Por sus intenciones.Todo oscuro, casi negro pero nunca gris. Porque el gris es triste y no estaban tristes. Estaban atados a su propia locura, a la desenfrenada agitación de sus manos palpitantes. A sus ganas de saltar, de bailar. De sobrevivir, sobrellevar. Mezclados en colores y aromas. Física y mente. Todo. Y la música blanca como la luna arrastraba miradas a su paso. Las barría envidiosas. Las arrimaba con un rastro de pasión púrpura reconocible con sólo echar un vistazo. Y qué suerte la suya. Que siendo ya uno solo, se perdieron en el mar. Y aunque quedaba constancia de su reflejo, ya no estaban allí. La arena fundió sus pies y dejaron de correr.  Las olas les mojaron el pelo y las ideas. Pero no pasaron frío. Porque allí,lejos del mundo, después de que la música se apagara, se fundiera, sólo podían delatarse por una cosa. La inmensa luz que ellos mismos irradiaban.