Dejó que entrara al
mundo de sus sueños, pero con cautela. Al de los pensamientos
que más temía. Esos que hacían que se sintiese de manera extrañamente
vulnerable y sensible. Decidió ceder ante su propia presión y destruir la fuerte
muralla que se disponía a su alrededor. Esa que tanto había costado
construir. Protegía sobre todo su corazón. Porque ya había malgastado
amor en varias, quizá muchas, ocasiones. Y el amor no
abunda. Pero nunca había sabido lo que realmente necesitaba. Por un
lado no creía que pudiera pasarse la vida entera negándose a arriesgar la más
mínima parte de lo que su corazón sentía, pero por otra, sabía que tenía la
fácil capacidad de engancharse, depender demasiado; y eso, lejos de haber
salido bien, había hecho que sufriera en exceso. Definitivamente, no tenía
suerte y era muy difícil luchar contra ese tipo de cosas. Creía en el destino,
pero el suyo se estaba retrasando demasiado. Prevenir es mejor que curar,
o eso dicen. Pero esta vez no. Porque algo nuevo sintió en esa
ocasión, en los últimos días. Puede que fuera la
primavera, que perezosa, poco a poco deshelaba todo lo congelado por el
invierno, que ya decía adiós, o puede que no. Siempre le había gustado
sonreír pero lo que había comprendido es que le gustaba aún más sonreírle
a él. Hoy, mañana, pasado. Su aspecto olvidadizo. Quizá siempre. Quizá nunca.
Pero sabía algo con seguridad. Aquella primavera iba a ser definitivamente
suya, de ella. Su estación favorita. Y para cerrar de nuevo las murallas por
algún contraataque, siempre habría tiempo.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhykSIwLltgEAl2ZN9Z_kUUcFRr3t_0oiWbzcA48pYESJhFOn-OZUVIfbnVkcvjIjK5AAmWmnHlUozdvoYsZHHeV5CEP-xIytTmFX-rl_uzKZa3QQrE9DwxMAL_7mgdRTi4GC9BxEE7Kgc/s400/images+%25282%2529.jpg)