16 oct 2011

Saber

Necesito saber que estabas ahí cuando me fui sin despedirme. Ahí para mí, sin merecer siquiera ni una lágrima de las que no lloraste. Y si no dije adiós fue porque mis ojos reflejaban las últimas palabras que dijiste. Las que más daño me hicieron. Mi corazón seguía latiendo el orgullo que tenía guardado para las ocasiones especiales y lo gasté todo. Mas bien lo malgasté. Porque aunque la música de tus besos seguía resonando en mis oídos, los dos sabemos que nunca mereció la pena.