20 ene 2013

Tren

Esa sensación es la que busco, sin saber apenas describirla. Incluso la soledad se agota de vez en cuando y se lleva mi luz. Ahora no veo nada. Y en la oscuridad solo distingo las sombras que una vez bien conocí y que ahora apenas recuerdo. Pero sí su olor. O sus maneras. La calma de la quietud intranquila que apremia el tiempo de las preguntas. Que instiga a resolver la cuestión escondida. Y si tuviera alguna respuesta, la escribiría donde nunca se me olvidase la cura para estos males. Necesito aire para respirar y necesito espacio que me oxigene. Que renueve las calles, los tiempos. Las notas y los deseos que nunca dije en voz alta y que se cumplieron sin más. Las palabras de siempre desde hace años y la pureza de dos mentes que borraron los sucesos que las unían. El nexo de algo que el tiempo disipó sin más ayuda que las prisas. Arena tostada que, esparcida en nuestros ojos, niebla el humo y las preguntas más importantes. Y la dificultad de sostener y fingir algo así. El ruido se fue contigo. Y yo me marché en el tren. Sin testigos que pudiesen observar. Metros de pasos ahogados en el sí o el no. Final resuelto. Sin heridos. Perseverancia de deseos ahogados en la almohada y de historias que nunca tuvieron su final. Caminos que se cruzan segundos y siembran dudas. Dudas nostálgicas pensantes de pasados truncados por la raíz. De flores que nunca fueron regadas, de vientos que asolaron cualquier rastro de vida en el amor. Destrucción, desolación, desesperación. Pero también destino. Sin resolver. Sin desenlace. La cama está vacía y la luz se ha encendido. Veo, oigo y siento. Pero no lo que quería sentir.