17 mar 2011

Cuestión de espacios

Y en ese momento la vi.
Pude ver la chispa que saltó, 
que vibró entre nosotros.
 La electricidad me recorría 
de arriba a abajo
mientras nuestros ojos sonreían.

Al mismo tiempo, nuestras bocas 
deseaban febrilmente 
acabar de golpe con el espacio 
que las separaba. 


14 mar 2011

Días de agua



Cuando he bajado del autobús, la lluvia caía pesada sobre mi cabeza. Siempre había odiado que el agua me mojara el pelo. Y mientras buscaba la forma de maldecir al tiempo, me he acordado de ti. De cada uno de tus gestos cuando aquel día cruzamos corriendo el espacio que nos separaba del resto del mundo. ¿Te acuerdas? Estábamos empapados. No sólo del agua, que chorreaba por toda nuestra ropa, sino de tanto amor que ni siquiera recuerdo por qué en esa ocasión permití que mi pelo se mojara. En aquellos tiempos, era menos vulnerable. Lo que en ocasiones normales podía hacer que mi mundo se cayera, no era más que otra excusa barata para estar de nuevo entre tus brazos por aquel entonces. Porque todo es mucho mejor cuando tienes a alguien que pueda vivir contigo cada detalle que pasa por tus ojos, cada olor o cada tacto que sienten tus dedos. Y es que hoy, que llueve a mares, me acuerdo de cuando me dijiste que te gustaba ese olor a tierra mojada de los días lluviosos de otoño. Entonces he llegado a casa y en vez de entrar dentro, me he quedado fuera unos minutos. He dejado que el agua me calase, he permitido que dada gota que se filtraba por mi rostro llegara hasta el fondo de mi corazón. Y te he sentido cerca. Tan cerca que me he dado cuenta de que ya no te tengo. Entonces, he entrado a casa. Y de nuevo sola, me he obligado a recordar que no merecía la pena que el agua me mojara, porque, al fin y al cabo, dentro no había nadie dispuesto a secar cada una de las gotas de mi cuerpo mientras le contaba lo mucho que odiaba que la lluvia me mojara el pelo.

Rarezas

Una vez conocí a un chico que había decidido besar en todas partes menos en la boca. Como el que decide fumar sólo Camel en vez de Marlboro o no volver nunca a un sitio. Es raro lo del tiempo. Porque te hace acostumbrarte a las cosas, a los gestos, y al final, por mucho que pese, también te hace acostumbrarte a que la gente se vaya. Y parece que todo se te escapa de las manos. Si lo piensas, dan ganas de salir corriendo. Así es como funciona todo ¿no? Eres joven, hasta que no lo eres. Quieres, hasta que dejas de hacerlo. Lo intentas y lo intentas pero al final, te ríes hasta que lloras, lloras hasta que terminas riéndote a carcajadas, y mientras el mundo sigue girando.

Mar(:

13 mar 2011

Cosas nuevas


Los días pasaban y su mente no podía despegarse del último recuerdo que la hizo sentir viva aquella semana. Porque justo después, algo inundó de forma permanente su alma, que lejos de vibrar a altas frecuencias, apenas se movía dentro de su corazón. Éste no estaba apagado del todo, sino que emitía leves latidos que permitían que sus sentidos no desconectaran por completo. No quería parar ni un segundo, no podía tener tiempo para reflexionar, porque entonces, la espontaneidad con la que aquel sentimiento estaba aflorando en su cuerpo se desvanecería para siempre. Era la necesidad que tenía por verle otra vez. Se había convertido en una especie de pequeña obsesión que tiraba de ella con esa fuerza que atrae desesperadamente a todo aquel que flota en el gran océano de la incertidumbre. Pero las dudas, tarde o temprano se irían. En realidad, más que irse, se transformarían en fuerzas diferentes. Y estas fuerzas no iban a hacer otra cosa que infundir valor a sus ojos, a sus manos y a su boca que, sin duda, acabaría fundiéndose lentamente con la de aquel chico que por el momento había robado ya mucho más que algunos de sus sueños.