9 feb 2011

Murallas

Dejó que entrara al mundo de sus sueños, pero con cautela. Al de los pensamientos que más temía. Esos que hacían que se sintiese de manera extrañamente vulnerable y sensible. Decidió ceder ante su propia presión y destruir la fuerte muralla que se disponía a su alrededor. Esa que tanto había costado construir. Protegía sobre todo su corazón. Porque ya había malgastado amor en varias, quizá muchas, ocasiones.  Y el amor no abunda. Pero nunca había sabido lo que realmente necesitaba. Por un lado no creía que pudiera pasarse la vida entera negándose a arriesgar la más mínima parte de lo que su corazón sentía, pero por otra, sabía que tenía la fácil capacidad de engancharse, depender demasiado; y eso, lejos de haber salido bien, había hecho que sufriera en exceso. Definitivamente, no tenía suerte y era muy difícil luchar contra ese tipo de cosas. Creía en el destino, pero el suyo se estaba retrasando demasiado. Prevenir es mejor que curar, o eso dicen. Pero esta vez no. Porque algo nuevo sintió en esa ocasión, en los últimos días. Puede que fuera la primavera, que perezosa, poco a poco deshelaba todo lo congelado por el invierno, que ya decía adiós, o puede que no. Siempre le había gustado sonreír pero lo que había comprendido es que le gustaba aún más sonreírle a él. Hoy, mañana, pasado. Su aspecto olvidadizo. Quizá siempre. Quizá nunca. Pero sabía algo con seguridad. Aquella primavera iba a ser definitivamente suya, de ella. Su estación favorita. Y para cerrar de nuevo las murallas por algún contraataque, siempre habría tiempo.




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